- El glaucoma afecta a más de un 3% de la población española, siendo una de las principales causas evitables de ceguera.
- La pérdida de fibras nerviosas por el aumento de presión intraocular se traduce en una pérdida progresiva del campo de visión, afectándose primero la visión periférica, y mucho después la visión central.
Denominado popularmente como el “ladrón silencioso de la vista”, el glaucoma es una patología ocular con una incidencia cada vez mayor entre la población mundial. En el caso de España, esta enfermedad cuyo día mundial se celebra el mañana martes 12 de marzo, afecta a más de un 3% de la población siendo una de las principales causas evitable de ceguera, principalmente a personas mayores de 40 años, con antecedentes familiares de glaucoma, miopía e hipermetropía altas, así como personas en tratamiento con corticoides.
“El glaucoma se caracteriza por la degeneración progresiva del nervio óptico, crucial para la visión. Esta afección puede llevar a consecuencias severas si no se controla, siendo la más conocida y tratable la elevación de la presión intraocular (PIO)” afirma la Dra. Marina Rodríguez Calvo de Mora, jefa de la Unidad de Oftalmología del Hospital Vithas Málaga.
El equilibrio entre la producción y drenaje del humor acuoso dentro del ojo es esencial para mantener una PIO saludable. Cuando este equilibrio se ve comprometido, ya sea por un aumento de la producción de humor acuoso o por obstrucciones en su drenaje, la presión dentro del ojo puede aumentar y dañar el nervio óptico, llevando a la pérdida de visión. Al igual que las neuronas del cerebro, las fibras nerviosas del nervio óptico no se regeneran, y, por tanto, cuando mueren, ya no son recuperables.
Visión periférica cada vez más reducida
La pérdida de estas fibras nerviosas por el aumento de presión se traduce en una pérdida progresiva del campo de visión, afectándose primero la visión periférica, y mucho después la visión central. Es por ello por lo que la enfermedad no da síntomas hasta que la pérdida de visión es importante. En muchas ocasiones se empieza a notar cuando la visión periférica está ya muy reducida, y el paciente tiene la sensación de que su visión es “como a través de un túnel o tubo”. Esta sensación se denomina también “visión en cañón de escopeta” y es uno de los principales síntomas del glaucoma.
Diferentes tipos de glaucoma, pero con un denominador común para su tratamiento: la detección temprana
Existen varios tipos de glaucoma, siendo el más común el de ángulo abierto. “Este se desarrolla gradualmente y es particularmente insidioso, ya que al principio no presenta síntomas y avanza sin advertencias hasta que el daño es significativo” afirma la oftalmóloga de Vithas Málaga.. Por otro lado, el glaucoma de ángulo cerrado, aunque menos frecuente, puede manifestarse de manera aguda y es una emergencia médica que requiere atención inmediata para prevenir la ceguera. Otros glaucomas menos corrientes son los de tensión normal, congénito, neovascular, etc.
En cualquiera de estos casos, la detección temprana es vital para frenar su evolución a tiempo. De hecho, la doctora Rodríguez insiste en que “si la enfermedad progresa más puede conducir a la ceguera irreversible, por lo que esta detección temprana de la enfermedad se antoja fundamental para poder tratarla a tiempo, antes de que el daño producido sea importante o irreversible”.
Muchas personas no se percatan de su condición hasta que es demasiado tarde, debido a la naturaleza asintomática del glaucoma en sus etapas iniciales. Aunque no hay cura para el glaucoma, un tratamiento adecuado para reducir la presión intraocular, ya sea láser o quirúrgico, puede detener la progresión de la enfermedad y preservar la visión restante. Por ello, los exámenes oculares regulares son esenciales, especialmente para aquellos con factores de riesgo como antecedentes familiares, edad avanzada o condiciones médicas preexistentes.