Desde hace unos días hemos notado la llegada del otoño con su correspondiente bajada de temperaturas. Además, la reducción de las horas de luz solar que se avecina en unas semanas provocará un acortamiento de los días y que el ambiente sea menos propicio para estar fuera de casa. Esto tiene ...
Desde hace unos días hemos notado la llegada del otoño con su correspondiente bajada de temperaturas. Además, la reducción de las horas de luz solar que se avecina en unas semanas provocará un acortamiento de los días y que el ambiente sea menos propicio para estar fuera de casa.
Esto tiene sus consecuencias sobre nuestra salud, ya que una menor cantidad de luz implica más decaimiento y disminución de las defensas. Si a esto se suma la mayor permanencia en ambientes cerrados y resecos, el riesgo de caer enfermos es mayor.
Para evitar esto, debemos conocer ocho consejos para mantener la salud con la llegada del otoño.
Abrígate adecuadamente.
Esto no quiere decir que nos debamos abrigar mucho durante los meses de otoño e invierno, sino que la clave está en utilizar la ropa adecuada para la climatología de cada día. Si nos abrigamos en exceso sudaremos innecesariamente y este sudor, al evaporarse cuando estemos quietos, puede provocarnos enfriamientos que nos predispongan a enfermar. Tampoco es aconsejable pasar de ambientes muy cálidos a otros excesivamente fríos bruscamente. Todas estas malas prácticas son el “caldo de cultivo” perfecto para el desarrollo del virus de la gripe, entre otros.
Ejercicio físico como rutina.
El ejercicio físico estimula la producción de diferentes hormonas que nos ayudan a estar más activos. Es verdad que el menor número de horas de luz y la bajada de las temperaturas, dificultan salir de casa para ir a correr o al gimnasio, pero no olvides que el ejercicio aumenta la circulación sanguínea y, por tanto, la acción defensiva del organismo contra virus y otros patógenos.
Bebe mucha agua…
En invierno la sensación de sed es menor a consecuencia del frío. Sin embargo, el calor propio de los ambientes cerrados y secos nos hace estar menos hidratados. Beber abundante agua ayuda a la circulación de la sangre y evita la retención de líquidos.
...y también infusiones.
Por norma general, durante el otoño las comidas se vuelven más copiosas, y como consecuencia de ello, las digestiones se enlentecen, hasta el punto de impedirte hacer ejercicio o descansar naturalmente. Una infusión es una excelente aliada para facilitar la digestión y por supuesto, para aportar hidratación.
Consume mucha vitamina C.
La vitamina C es la encargada de reforzar el sistema inmunológico de nuestro cuerpo, protegiéndonos de muchas enfermedades. Para mantener unos niveles adecuados de vitamina C debemos consumir alimentos ricos en ella, especialmente las frutas cítricas: naranjas, fresas, mandarinas, limón… Eso sí, ten cuidado con sus altos índices de azúcar. En este sentido, siempre es preferible la pieza entera a los zumos.
Dale a tu descanso la importancia que se merece.
Durante las estaciones con menor número de horas de luz se recomienda dormir más y estar bien descansados para evitar el decaimiento. Por eso es importante cuidar del sueño y del descanso en estas estaciones de cambio. Hay que irse a la cama pronto, evitar los estímulos en la habitación de descanso, y aprovechar bien los días en los que no se trabaja.
De igual forma, puede que padezcamos episodios de astenia otoñal, una patología cuyo principal síntoma es el arrastre de mucho cansancio.
No te olvides del sol.
No dudes en aprovechar cualquier momento para darte “un baño de sol”, aunque haga frío. Te confortará, fortalecerá tus huesos y es mucho más eficaz que recurrir a un buen número de suplementos vitamínicos.
La vacuna antigripal, tu mejor aliada.
Es la manera más eficaz para prevenir o reducir la incidencia de la gripe. La vacuna consiste básicamente en insertar el virus del que te vas a proteger, pero muy debilitado, provocando que tu organismo se inmunice contra él. La vacuna contra la gripe se recomienda especialmente para los siguientes tipos de pacientes: mayores de 65 años, con enfermedades crónicas, mujeres embarazadas o personas que por su situación pueden facilitar la transmisión de la infección, como, por ejemplo, trabajadores sanitarios o cuidadores geriátricos.