La violencia es multiforme, ya que tiene diferentes manifestaciones: psicológica, física, simbólica, económica; pero hay que diferenciarla de la agresividad. El 30 de enero se celebra el Día escolar de la No Violencia y la Paz.
Madrid, 30 de enero de 2017.- Entre los seres humanos siempre han existido conductas violentas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) señala en su último informe que una cuarta parte de toda la población adulta ha sufrido maltrato físico en su infancia. Si extrapolamos el dato al último mes, el porcentaje se sitúa en un 6%.
Con estas cifras cabe preguntarse si el ser humano es violento por naturaleza. “Evidentemente no”, responde Pedro Adrados, psicólogo clínico del Hospital Vithas Madrid Arturo Soria. El experto incide en aclarar que no es lo mismo agresividad que violencia. “La agresividad es una característica de todas las especies animales por la que el individuo o el grupo atacan y se defienden para proteger su vida, su bienestar o su perpetuación. La violencia, en cambio, implica la conciencia de dañar al otro, es selectiva, recurrente, se incrementa con el tiempo y es un acto de poder y sometimiento”.
La violencia se origina a través de nuestra realidad vivida: “aceptamos o rechazamos conductas formando patrones de comportamiento social que pasan a formar parte de lo que somos”, señala Adrados. Cada acto de violencia se enmarca en un determinado contexto sociocultural y económico. El Hospital Vithas Madrid Arturo Soria pertenece al grupo sanitario Vithas que cuenta en España con 12 hospitales y 13 centros especializados denominados Vithas Salud.
Diferentes manifestaciones de la violencia
La violencia estructural es aquella que se origina en nuestras instituciones y familias asignando jerarquías en función de la clase social, la raza, el sexo, la preferencia sexual y la capacidad física. “Todos conocemos casos, por ejemplo, centros de trabajo donde el género masculino tiene privilegios”, apunta Adrados.
La violencia cultural alude a aquellos símbolos, valores y creencias arraigadas en las sociedades que perpetúan las relaciones desiguales. “Se tiende a disculpar la actitud del violento y a responsabilizar a las víctimas o a las circunstancias”.
Por último, “la violencia también institucionalizada cuando se disfraza de racionalismo económico, por ejemplo, el caso de despidos de trabajadores de edad avanzada con cuyos salarios se cubrirían tres salarios de trabajadores noveles”, comenta Adrados.