• El 20% de los niños que sufre una crisis convulsiva tendrán crisis recurrentes • Es primordial observar todo lo que ocurre durante la crisis y, si es posible, anotar la duración y sus características ya que pueden servir para obtener un correcto diagnóstico
Según la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPAP), las convulsiones son la urgencia neurológica más frecuente en pediatría. Cinco de cada 100 niños sufre una crisis convulsiva durante la infancia. Aunque no todos los que sufren este tipo de convulsiones padecerán epilepsia, es importante conocer el tipo de trastorno epiléptico, cuya prevalencia se sitúa en el 2-10% de la población pediátrica española de los cuales un 20% tendrán crisis recurrentes.
En el caso de crisis epilépticas, según profundiza el doctor Enrique Noé, director de investigación de Vithas NeuroRHB, "neurofisiológicamente, nos referimos a una descarga eléctrica sincronizada de un grupo de neuronas corticales que se activa de forma anómala y que, generalmente, se produce de forma súbita, breve y transitoria. Mientras que, clínicamente hablando, -aclara el reconocido neurólogo-, esta activación anómala y excesiva genera una alteración en la función cerebral que puede tener una expresión muy variable”.
La imagen clásica de una crisis epiléptica es la de una contracción muscular, asociada generalmente a movimientos clónicos y relajación de esfínteres. Sin embargo, en función del área del córtex cerebral implicada, las crisis pueden presentarse como síntomas sensitivos (hormigueo, adormecimiento, cosquilleo,…); episodios aislados de desconexión del medio (ausencias y crisis complejas); síntomas visuales (luces, colores, etc.); síntomas olfatorios o gustativos (sabor, olores, etc.); síntomas auditivos (sonidos, voces, melodías); sacudidas musculares repentinas (mioclonías) o incluso sensaciones emocionales complejas (miedo, sensación de “ya vivido” o “nunca vivido”).
Tal como explica la Dra. Carolina Colomer, directora clínica de Vithas NeuroRHB en Vithas Valencia Consuelo, “en niños existen las crisis convulsivas o tónico-crónicas caracterizadas por sacudidas y contorsiones rápidas, rítmicas y, a veces, violentas que con frecuencia se generalizan y se asocian a la pérdida del conocimiento y además, en población infantil puede existir otro tipo de crisis, mucho más frecuentes que en los adultos, que consisten en episodios muy cortos con un breve momento de mirada fija y pérdida de atención, que pueden ir o no acompañadas de automatismos motores como un aumento en la frecuencia de parpadeo, movimientos oculares o desviación de la mirada, movimientos de chupeteo, o frotamiento de manos, entre otros signos característicos”.
Pautas a seguir
Ante estas crisis, explica la doctora de Vithas Valencia Consuelo, “si requiere de la actuación de los padres recomendamos mantener la calma y no frustrarse, no intentar sujetar al niño y solo evitar que se haga daño. Además, es clave no reanimarle ni hacerle la respiración artificial ya que, normalmente, tanto la coloración azulada como la dificultad para respirar se deben a la reactividad de los vasos cutáneos y a la falta de coordinación de la respiración junto al aumento de secreciones. De igual manera, no darle nada por boca ni colocar objetos entre los dientes, aflojar las prendas ajustadas y evitar que la gente se aglomere encima”.
“Por último, -agrega la especialista-, recordar que es primordial observar todo lo que ocurre durante la crisis y, si es posible, anotar la duración y sus características ya que pueden servir para un correcto diagnóstico”. En el caso de las crisis no convulsivas (ausencias o crisis parciales complejas), Colomer asegura que “muchas son confundidas con problemas de conducta o son mal diagnosticadas como TDAH, ya que este tipo de episodios pueden iniciarse súbitamente en medio de una actividad y acabar de forma abrupta y es frecuente encontrar niños con epilepsia que también tienen problemas de aprendizaje, conducta, concentración y atención, por ello, es importante tener un diagnóstico adecuado”.