Los virus respiratorios infantiles pueden aparecer en cualquier momento del año. Pero es cierto que, al igual que en los adultos, son más habituales en los meses de otoño e invierno. La vuelta al cole, la bajada de temperaturas, las reuniones en lugares cerrados y el contacto estrecho crean un caldo de cultivo idóneo para este tipo de infecciones.
Los virus respiratorios infantiles pueden aparecer en cualquier momento del año. Pero es cierto que son más habituales en los meses de otoño e invierno y hay que saber cómo combatirlos
Al igual que en los adultos los virus respiratorios infantiles son más habituales en los meses de otoño e invierno. La vuelta al cole, la bajada de temperaturas, las reuniones en lugares cerrados y el contacto estrecho crean un caldo de cultivo idóneo para este tipo de infecciones.
Entre ellas, los procesos catarrales, la laringitis, la bronquiolitis, el covid, el asma bronquial, los broncoespasmos de nueva aparición y la gripe son los más usuales en las consultas pediátricas. Y es que los virus que causan la gripe y el resfriado parecen resistir mejor las bajas temperaturas ambientales, en comparación con otras más templadas.
Además, en estos meses, nos exponemos menos al sol, lo que podría conllevar un déficit de vitamina D y melatonina, que repercute en que nuestro sistema inmune combata peor estos virus respiratorios.
¿Cómo ayudar a hacerles frente? Un hábito imprescindible es el que ya dijimos y repetimos durante la pandemia: la higiene. Las infecciones se propagan con mayor celeridad cuando los menores se llevan juguetes, y otros objetos ‘sucios’, a la boca. Por eso, en casa, en la guardería y en cualquier otro entorno, debemos enseñar a los pequeños a lavarse las manos correctamente. Tanto antes y después de las comidas como al usar el inodoro.
Y es muy importante, aunque no siempre resulte fácil para la conciliación, que si nuestros hijos están enfermos, los dejemos en casa en lugar de llevarlos a la guardería o al colegio.
Es cierto que estar en estos ambientes, cerca de una gran cantidad de gérmenes, a la larga, puede mejorar el sistema inmunitario de los niños. Pero este también puede potenciarse sin tanta complicación.
¿Cómo? Con una alimentación sana, equilibrada y nutritiva. Por eso es importante incluir en la dieta diaria frutas y verduras. Son alimentos que contienen vitaminas, minerales y antioxidantes que fortalecen el sistema inmunológico.
Tampoco conviene olvidar otras recomendaciones. Como cubrirse boca y nariz con un pañuelo desechable al toser o estornudar. En caso de no tenerlo, hay que cubrirse con el ángulo interno del codo, no con las manos. Y limpiar las superficies que tocamos con más frecuencia.
Sin embargo, una vez que hay una infección respiratoria infantil, ¿cuándo conviene acudir a la consulta del pediatra? Cuando la tos sea persistente y se asocie a ruidos respiratorios. También si el proceso respiratorio dificulta la alimentación, si la fiebre no baja con antitérmicos convencionales o si hay signos de dificultad para respirar (como aumento en la frecuencia respiratoria, retracción de partes blandas o cianosis).
Otra duda habitual surge a la hora de diferencia un resfriado común de la bronquiolitis. Los síntomas iniciales son casi los mismos. No así su evolución. En la bronquiolitis, las vías bajas respiratorias quedan comprometidas: hay dificultad respiratoria. Esta puede ser grave y conllevar un ingreso hospitalario para garantizar una oxigenación adecuada.
También los síntomas de la tosferina comienzan con una infección leve de las vías respiratorias o un catarro común: estornudos, secreción nasal, décimas y tos leve.
Es al cabo de dos semanas cuando la tos se vuelve más grave, con episodios rápidos y numerosos. Seguidos de espasmos o un silbido agudo (llamado gallo), junto con el enrojecimiento de la cara. Mientras que la nariz puede secretar un moco claro y espeso. Son episodios que pueden alargarse uno o dos meses, y son más frecuentes por la noche.