El cortisol no es nuestro enemigo. ¿Cómo juega a nuestro favor?

El cortisol no es nuestro enemigo. ¿Cómo juega a nuestro favor?

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Tiene mala prensa, pero el cortisol no es nuestro enemigo. A menudo, su alias inseparable es ‘la hormona del estrés’. Pero habría que llamarla la ‘hormona de la vida’.

Sin el cortisol, nos morimos: tiene un papel protagonista en procesos que hacen que nuestro cuerpo funcione. El metabolismo, el sueño o el sistema inmunitario son de vital importancia. Y todos se rigen gracias a esta hormona. Por eso debemos ‘cuidarla’ y no rechazarla.

La segregación de cortisol tiene sus ritmos. El pico máximo se produce de 4 a 7 de la mañana. Nos prepara para afrontar un nuevo día. Cuando alguien está muy, muy enfermo, se pierde ese ritmo de la segregación de cortisol durante esas horas, por lo que su situación puede empeorar.

Otro ejemplo. Cuando una persona se somete a quimioterapia, se produce un tsunami en el cuerpo. Este empieza a ‘ahorrar’ en aspectos biológicos que no considera de primera necesidad en momentos de emergencia. Lo primero es la capacidad reproductiva, luego el pelo, etc. Pero el organismo es muy sabio y, en esas situaciones, lo último que pierde es el cortisol.

Además, esta hormona es muy importante para el metabolismo y la regulación de los ritmos circadianos (nuestros ciclos biológicos durante 24 horas). Por norma general, lo que comemos cuando hay luz solar nos engorda menos. Y es que, en las últimas horas del día, el metabolismo no sabe qué hacer con la energía que aportan los alimentos y la almacena.

El cortisol es tan importante para la vida que, desde hace millones de años, está presente en la mayor parte de organismos complejos. Ha sido clave en la evolución de las especies, también la humana.

En ese sentido, una de sus funciones es mantenernos alerta. Y aquí donde tiene su mala fama. Un cierto nivel de estrés (en pequeñas dosis) es bueno: nos activa cada día y hace que afrontemos retos. Es el instinto ancestral de huir ante un peligro o evitar un daño. Se logra con un nivel sano de cortisol en la sangre (el ‘chute’ de un pico de cortisol dura alrededor de una hora u hora y media).

El problema es ir con el cortisol a tope todo el rato. Si está alto de manera crónica, permanecemos hiperactivados, lo que nos provoca agotamiento y, a la larga, daña el organismo.

¿Cómo hacer que el cortisol juegue a nuestro favor? ¿Podemos controlar nuestras hormonas (sin química) para beneficiarnos de su efecto y evitar sus estragos?

Lo idóneo es controlar el estrés en nuestro día a día: revisar qué motivos lo causan y determinar qué podemos eliminar y qué resolver. Así, en el trabajo, podemos programar un descanso tras cada reunión, evitar plazos cortos, no adquirir demasiados compromisos…

Además, conviene, en la medida de lo posible, regirnos por los ciclos de luz y oscuridad. Y dormir las horas adecuadas.

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