Padres, educadores y profesionales de la salud deben estar atentos a señales como la preocupación excesiva por la imagen o el uso compulsivo de cosméticos.
En un mundo donde las redes sociales dictan estándares de belleza cada vez más irreales, ha surgido un fenómeno preocupante: la cosmeticorexia. Este trastorno, caracterizado por una obsesión poco saludable con la apariencia física, está afectando cada vez más a niños y adolescentes.
¿Qué es la cosmeticorexia?
La cosmeticorexia va más allá de la simple preocupación por el aspecto físico. Implica comportamientos como el uso excesivo de productos cosméticos, la búsqueda constante de tratamientos estéticos y, en casos extremos, cirugías para corregir rasgos considerados “imperfectos”. Según el Dr. Víctor Navalón, psiquiatra en Vithas Valencia 9 de Octubre, esta obsesión puede ser una vía de escape ante inseguridades emocionales o baja autoestima.
El impacto en la salud mental
Los efectos de este trastorno pueden ser devastadores: ansiedad, depresión, trastornos de la conducta alimentaria e incluso autolesiones. La presión social que ejercen las plataformas digitales, donde las imágenes filtradas y editadas son la norma, alimenta una cultura de comparación constante que distorsiona la percepción del propio cuerpo.
¿Cómo prevenirlo?
La clave está en el apoyo emocional. Padres, educadores y profesionales de la salud deben estar atentos a señales como la preocupación excesiva por la imagen o el uso compulsivo de cosméticos. Fomentar la autoestima, promover la diversidad corporal y educar sobre los riesgos de la obsesión por la perfección son pasos fundamentales. Además, es esencial enseñar a los jóvenes a usar las redes sociales de forma crítica y consciente, entendiendo que lo que ven no siempre refleja la realidad.
Tratamiento: un enfoque integral
El tratamiento de la cosmeticorexia suele requerir un enfoque multidisciplinario de la mano de profesionales:
• Terapia cognitivo-conductual (TCC) para cambiar pensamientos distorsionados.
• Apoyo psicológico especializado en imagen corporal.
• Psicofármacos, si hay trastornos emocionales asociados.
• Educación sobre imagen corporal positiva.
• Limitación del acceso a procedimientos estéticos, en casos necesarios.
• La intervención temprana puede marcar la diferencia y evitar consecuencias a largo plazo.