¿Por qué tengo hambre todo el día? Es, según el psicólogo Pedro Santamaría Gargamala, una pregunta común en las consultas de la Unidad de Obesidad del Hospital Vithas Vigo. Y es que, en ocasiones -especialmente en días donde la rutina de la mayoría de la población se desarrolla íntegramen...
¿Por qué tengo hambre todo el día? Es, según el psicólogo Pedro Santamaría Gargamala, una pregunta común en las consultas de la Unidad de Obesidad del Hospital Vithas Vigo. Y es que, en ocasiones -especialmente en días donde la rutina de la mayoría de la población se desarrolla íntegramente en sus casas- se confunde aburrimiento y hambre.
Pedro Santamaría, que estos días consulta a través de una pantalla para respetar el confinamiento de pacientes y el suyo propio, señala que no hay una respuesta única a la pregunta sobre el hambre constante. De hecho, los psicólogos distinguen entre hambre fisiológico o físico, y hambre emocional. La fisiológica va en aumento a medida que pasan las horas sin comer, y al ingerir cualquier tipo de alimento desaparece.
Sin embargo, el hambre emocional se produce en las personas que cumplen todos o algunos de estos criterios: su hambre le preocupa, tiene la sensación de que no se sacia nunca, siente que se descontrola al comer, percibe que solamente le apetecen ciertos alimentos y que después de ingerirlos le producen malestar y culpa.
El psicólogo Pedro Santamaría señala que en mayor o menor medida “prácticamente la totalidad de las personas alguna vez han experimentado hambre emocional y han comido emocionalmente. Ya sea por aburrimiento una tarde después de comer, por intranquilidad viendo una película de suspense, por euforia en una comida familiar, por tristeza ante una ruptura amorosa o incluso por paliar el enfado de un duro día de trabajo”.
Sin embargo, existen diferentes grados y, en ocasiones, como la actual de confinamiento, puede llegar a que la emoción alcance un nivel de compulsión hacia la comida puede llegar a cumplirse los criterios de un trastorno por atracón (conocido como Binge Eating Disorder en el DSM- V). Algunas de estas personas necesitarán ayuda psicológica para enfrentarse a esta situación.
Pequeñas medidas para superar el hambre emocional
Existen pequeñas acciones que nos pueden permitir conocer y regular el hambre emocional. En este contexto, Pedro Santamaría nos recomienda cinco iniciativas:
- Entender que la respuesta emocional (especialmente ansiedad y aburrimiento) es la común a una situación de encierro.
- Aumentar vocabulario emocional para poder identificar la emoción y su intensidad. ¿Qué siento? Nerviosismo, apatía, aburrimiento, tristeza, enfado, desidia, asco, soledad…
- Crear diferentes cuidados para cada una de esas emociones. Si estoy nervioso, me puedo calmar haciendo… Si estoy aburrido me puedo entretener intentando… Sí, comer es una opción, pero cuantas más opciones tengamos mejor.
- El movimiento es un ansiolítico natural. Muchas personas canalizamos la ansiedad por medio del movimiento. Aunque alguna pueda estar relajada sin más sentada en un sofá, la gran mayoría necesitamos un mecanismo de activación físico, para dar salida a nuestra ansiedad. Esta se produce ante el miedo, la incertidumbre, el peligro… y el cuerpo se pone las pilas para responder ¿Te suena aquello de huir o atacar? Puedes comprometerte contigo mismo a realizar 10 minutos de ejercicio (existen rutinas que se pueden hacer en un metro cuadrado dentro de casa). Si tienes problemas físicos, o nunca has hecho deporte antes, ponte en contacto (telemático por ahora) con un profesional de la actividad física y del deporte.
- Cierta rutina en las comidas. Tener conocimiento sobre cómo podría yo comer, alimentos saciantes, sanos y con cierto orden puede ser una de tus tareas pendientes. Si es así un/a nutricionista puede ayudarte. Saltarse comidas y pasar el día a base de picoteos, ayunos y atracones, puede aumentar tu ansiedad ante la comida.
En este contexto, Pedro Santamaría señala que no existe una varita mágica, y, por tanto, cualquier persona puede contar qué hace para superar esa ansiedad. Así, se pone como ejemplo, y asegura que:
- Ante la soledad, hago videollamadas.
- Si siento ansiedad, hago ejercicio físico y me doy un baño relajante.
- Ante el enfado, me distancio e intento distraerme con otras cosas.
- Cuando me aburro leo, bailo, pinto, escribo, juego, escucho música…
Pero lo importante es “ser uno mismo, y que cada quien encuentre qué actividades le van bien para sus emociones. Solamente aceptar que es trabajo y compromiso propio ayudará a avanzar en este plano. No es fácil, pero es alcanzable si lo tomamos como una prioridad”.