¿Cuando hace mucho calor qué le ocurre a nuestro cuerpo ?

¿Cuando hace mucho calor qué le ocurre a nuestro cuerpo ?

Hospital Vithas Vitoria

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Cuando hace mucho calor, las altas temperaturas estresan nuestro cuerpo y corremos el riesgo de sufrir el temido golpe de calor.

Cuando hace mucho calor, las altas temperaturas lo estresan y corremos el riesgo de sufrir el temido golpe de calor.

Los seres humanos somos, por definición y naturaleza, homeotermos. Es decir, mantenemos una temperatura constante en torno a los 37 grados. Aunque, de por sí, algunas personas pueden tener unas decimillas más. O menos. Hasta aquí, todo dentro de lo normal.

Otros animales adoptan la temperatura del medio en el que están. Nosotros no. Pero, ¿cómo la mantenemos estable? Aquí entra en juego el hipotálamo, en el cerebro. Es el que controla nuestro termostato. Cuando percibe una subida o bajada de grados externos, ordena a nuestro organismo que combata la diferencia.

Modo defensa: sudor y palpitaciones

Es lo que ocurre en verano, cuando el mercurio sube en exceso y hace mucho calor. En condiciones normales, nuestro cuerpo está entre 35 y 37 grados. Pero, para sentirse fresco, debe haber una diferencia entre nuestra temperatura corporal y la ambiental. Entonces, el hipotálamo mete horas extra para no sobrecalentarnos.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), para que el organismo funcione cual reloj, los grados ambientales deben situarse entre los 18 y 24. Por encima, la distancia se reduce y empiezan las dificultades.

Así que todo se complica cuando en la calle hay más de 40 grados. Entonces, nuestro cuerpo entra en modo de defensa. Los riñones se reajustan y orinamos menos. Esta primera medida retiene los líquidos y los dirige hacia la piel. Allí, en forma de sudor, nos refresca al evaporarse.

Otra forma de refrigeración es aumentar el ritmo cardíaco y de la respiración, traducido en palpitaciones. Medidas, por lo general, suficientes para auto regularnos. Pero que difieren según cada cual: si sudamos mucho o no, nuestro nivel de hidratación y de la humedad ambiental. A más humedad, más hidratación.

Aquí entra en juego la sed,con la que hay que tener cuidado. Porque, si bebemos mucha agua, el sodio en nuestro organismo se diluye y nos baja. Al igual que la concentración de potasio, que puede perjudicar a las personas con problemas cardíacos.

El calor estresa al cuerpo

Otro factor a tener en cuenta cuando nuestro cuerpo no mantiene la temperatura óptima es que la sangre se espese. Al tener menos agua, la concentración de algunas mediaciones (anti rítmicos, fármacos para dolencias mentales, la hipertensión y la insulina) aumenta el riesgo de sufrir trombos o placas de grasa.

Según algunos estudios, por cada gramo de temperatura extra en nuestro cuerpo, la posibilidad de sufrir un infarto aumenta un 1,6%.

Con todo ello, no es ninguna sorpresa asegurar que las temperaturas extremas estresan a nuestro organismo. Con 39 grados corporales, el cansancio que sentimos es enorme. Nuestro cerebro ha ordenado a los músculos que no gasten energía y la ahorren. Con los 40 grados, sentiremos mareos y náuseas. Es el ‘agotamiento por calor’.  Que puede incluir espasmos y cansancio acusado.

¿Qué hacemos entonces? Tomar medidas. Rápido. Estamos a punto del golpe de calor, que ronda los 41 grados. Nuestro cuerpo ha tirado la toalla. Ha trabajado para refrescarse. Pero se ha rendido. En ese punto, ni sudamos. No llega sangre hacia la piel, y el riesgo del fallo multi orgánico, e incluso la muerte, es real.

Supervivencia a 50 grados

Y es que el calor hace que nuestro hipotálamo enloquezca un poco. ¿La razón? Que con las altas temperaturas, las proteínas pierden su estructura, afectando a las neuronas. Por lo que nuestras funciones motoras (equilibrio y coordinación) pueden alterarse. También las cognitivas, como la atención o el tiempo de reacción. Por no hablar de que la deshidratación causa somnolencia y fatiga.

No es hasta poco antes de dormir (unas dos horas, por nuestros ritmos circadianos), que nuestra temperatura corporal empieza a bajar. Pero, si no sucede por el calor exterior, el sueño tarda en llegar. O, si lo hace, es superficial. No hay descanso. Y es que, según la comunidad científica, la temperatura óptima para dormir ronda los 18 y 21 grados. Por encima, nuestro cuerpo no se enfría y las funciones corporales lo notan.

Es cierto que los humanos podemos soportar temperaturas elevadas. Sobrevivimos en zonas de 50 grados si estamos sanos y bien hidratados. A partir de los 55º, sería difícil. Con 60º en el exterior, ni diez minutos. Niveles no alcanzados hasta ahora. Lo máximo registrado fueron 57 grados, en 1913, en el californiano Valle de la Muerte.

En esos ambientes, la costumbre es la clave. Las personas que viven en esos lugares se han adaptado al medio y su organismo tolera mejor el calor, consigue mantener la piel húmeda y se deshidrata mucho menos.

¿Y la fiebre?

Recordemos, sin embargo, que aquí estamos hablando de que nuestro cuerpo alcanza, o supera, los 40 grados por un golpe de calor debido a la temperatura ambiental. No por fiebre. Casos en los que, como hemos dicho, el hipotálamo (y por ende el resto del organismo) no ha logrado refrigerarse. Ha perdido la batalla. A menudo porque el aumento ha sido tan repentino que no nos ha dado tiempo a auto regularnos.

La fiebre es otro cantar. Cuando aparece, es síntoma de que nuestro cuerpo hace lo correcto. Está luchando contra una enfermedad. Además, por lo general, suele aparecer de forma paulatina, por lo que no es tan peligrosa y puede controlarse con anti térmicos.

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