¿Dónde debe terminar la empatía?

¿Dónde debe terminar la empatía?

Vithas Madrid

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El exceso de empatía provoca en la persona que escucha cansancio físico y emocional. Las personas demasiado empáticas son, a su vez, muy influenciables, lo que puede derivar en el riesgo a asumir los problemas de los demás como propios.

Comprender y ofrecer apoyo a cualquier persona es una expresión de profundo afecto frente a quien nos abre y expone toda su complejidad emocional. Pero las situaciones empáticas resultan un verdadero laberinto en el que se debe contar con la capacidad y habilidad suficiente para poder alejarse del punto de vista propio y acercarse al del otro.

Como señala Carlos Rodriguez Méndez, psicólogo del Hospital Vithas Madrid Aravaca, “escuchar y comprender mejor los problemas ajenos mejora también nuestras relaciones sociales, pero ¿y si somos demasiado empáticos? ¿Corremos el riesgo de asumir los problemas de otros como propios?”.
Normalmente, la relación social se produce en varios pasos: percepción, reconocimiento y respuesta ante las emociones indicadas. Sin duda, un procedimiento que requiere conexión y concentración. ¿Qué ocurre en este proceso de interacción cuando alguien sufre un exceso de empatía?

Las personas demasiado empáticas son, a su vez, muy influenciables. Esto provoca un profundo agotamiento, teniendo en cuenta que casi siempre parten de la posición de cuidadores o “escuchadores”. Esta fatiga por compasión no sólo provoca cansancio físico y emocional, sino que puede derivar en un riesgo a desconectarse emocionalmente de sí mismos, asumiendo los problemas de los demás como propios.

El propio bienestar se alimenta de una empatía en equilibrio, en la que se hayan establecido límites a las relaciones interpersonales y prioridad a los sentimientos propios frente a los de los demás. Carlos Rodríguez Méndez añade que “ayudar siempre está a nuestro alcance sin que eso suponga sacrificar nuestras propias necesidades, y además nos proporciona seguridad en nosotros mismos y valor a nuestro tiempo”.

Cómo podemos controlar nuestra empatía

Dejar que alguien interrumpa la actividad o el descanso nos vuelve improductivos y nos genera estrés que luego repercute en nosotros mismos. Pero podemos aprender a compartir nuestro tiempo de una forma más eficaz. Igual que es importante escuchar, cuando lo necesites, deja de hacerlo. Dedícate un tiempo de soledad e introspección y establece que todo el mundo respete esa burbuja. Desconectar de lo de afuera es una manera de conectar con lo de dentro, sin necesidad de buscar ayuda en nadie más.

Es importante saber decir “no”. Empatizar con alguien no debe suponer que accedamos a todo lo que nos proponga, y eso debes dejarlo claro desde un inicio para no actuar por compasión. La empatía es un ejercicio de respeto, atención y presencia que no obliga a nadie a dejarlo todo de lado por tenderle la mano a otra persona.

Cuidar las relaciones que enriquecen nuestro día a día, no aquellas que lo consumen, es importante para este equilibrio. Y si la empatía excesiva nos genera un gran malestar y no somos capaces de sobrellevarla, podemos pedir ayuda profesional.

Cultivar la empatía de forma sana

La empatía no siempre debe indicar una necesaria semejanza de opiniones y es probable que, en ocasiones, los argumentos no sean totalmente compartidos o justificados. Ayudar y empatizar con alguien es saber escuchar. Es prestar atención a sus argumentos verbales y también al lenguaje no verbal de sus gestos y actitudes; no interrumpir y dejar el protagonismo a quien reflexiona buscando cierto feedback externo. Asentir, mirar a los ojos y mostrarse tranquilo puede ayudar a entrar en detalles complejos.

Cultivar la empatía es observar por encima del ofrecer. Cuando alguien se expresa en una conversación es importante recoger todos los signos de su mensaje: la entonación, el tiempo de respuesta, el volumen, el ritmo de las palabras, los gestos faciales. Todo ello nos da una importante información que luego nos permite ser congruentes con nuestras respuestas. “Entiendo tu frustración”, “comprendo que actuases de esa manera” son expresiones que evitan juzgar a quien tenemos delante y además son la piedra de base para mostrar sensibilidad empática.

Pregunta siempre: conocer si alguien está buscando ayuda o simplemente desahogo es clave. Hay ocasiones en las que el simple hecho de escuchar de forma activa permite al otro poner distancia con sus problemas y comenzar a gestionarlos. Otras veces, aunque no sea de forma tan evidente, alguien nos pide ayuda emocional y es ahí donde se debe entrar a actuar. No se deben ofrecer soluciones a no ser que alguien las pida o las necesite.

A lo largo del día, los niveles de energía se reducen progresivamente y, con ellos, nuestra capacidad de escucha y atención. Carlos Rodríguez Méndez concluye “No debemos entenderlo tanto como “gastar” empatía, sino más bien como “invertir” en empatía, esto es, no abandonar a quienes nos necesitan, sino reservarles un tiempo de calidad sin que eso interrumpa nuestro funcionamiento vital”.

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