- La rapidez en el tratamiento es fundamental y determina las posibles secuelas que el paciente puede arrastrar tras este evento cardiovascular
El 90% de las muertes por infarto agudo de miocardio ocurre en la primera hora debido a la arritmia si no se proporciona ningún tipo de atención, asegura el doctor Egon Gross, jefe de la Unidad de Cardiología del Hospital Vithas Las Palmas, que forma parte a su vez del Instituto Cardiovascular Vithas.
Además, hay una destrucción de tejido cardíaco que aumenta si no se actúa. Por estas razones, el tiempo en el que se atiende este evento cardiovascular es fundamental para evitar el fallecimiento y paliar las posibles secuelas que de su presentación pueden derivarse, y que posteriormente influirán decisivamente en la calidad de vida del paciente.
“Las posibles secuelas dependerán del tiempo que haya estado sin oxígeno el corazón. En un infarto lo que está ocurriendo es que hay células en el corazón que se están quedando sin riego sanguíneo y, para entendernos, nuestro combustible es el oxígeno que llevan los glóbulos rojos de la sangre. Por tanto, si hay una obstrucción en una arteria, hay una zona de tejido, del órgano, que se ha quedado exangüe, sin alimento, y se está quejando de falta de riego “, explica el cardiólogo especialista en hemodinámica.
En definitiva, el infarto se produce por la obstrucción de una de las tres arterias coronarias que lleva sangre al corazón. La zona que depende de esa arteria se queda sin riego y, con el tiempo, esas células van muriendo, con lo cual, cuanto más tarde se trate el infarto mayor es la zona que queda muerta y el corazón va perdiendo fuerza.
Asistencia hospitalaria urgente
Así pues, “hay que acudir a un hospital sobre la marcha, necesitamos atención urgente y un desfibrilador cerca. Es preciso aliviar la obstrucción y eso se consigue mediante un cateterismo cardiaco. Desobstruimos la coronaria afectada con un stent, que se parece a un muelle de bolígrafo que implantamos en esa zona obstruida desde dentro para abrirla y de esta forma para aliviarla. Con eso restablecemos el flujo normal de sangre al corazón. Las secuelas dependerán del tiempo que hayamos tardado”, continúa el doctor Gross.
“Si lo tratamos a las 12 horas, el grado de destrucción celular va a ser casi total. Si el tratamiento se realiza inmediatamente. el paciente puede irse con un corazón prácticamente sano. En cualquier caso, es tremendamente rentable atenderlo en las primeras seis horas de comienzo de síntomas. Y cuanto antes, más corazón se salva”, detalla el cardiólogo.
Por ello, desde 2018 se ha creado una red asistencial que integra los grandes hospitales de Canarias con los servicios de urgencias y el 112 para el tratamiento precoz del infarto llamado Código Infarto de Canarias (CODICAN). Su misión consiste en la realización de un cateterismo urgente cuando es necesario. Este código únicamente lo cumple el Hospital Vithas Las Palmas en el marco de la sanidad privada regional, permitiendo practicar un cateterismo con la realización de la revascularización en 30 minutos desde la detección del infarto agudo cualquier día del año a cualquier hora.
Síntomas de un infarto
Pero, ¿cómo saber que podemos estar sufriendo un infarto? “Los signos más frecuentes, aunque no únicos, de alerta son el dolor en el pecho, la falta de aire y sudoración que aparecen de forma súbita, incluso en reposo y estando previamente bien. En esos casos hay que pedir ayuda inmediatamente, llamar a emergencias y solicitar una ambulancia o acudir rápidamente a un servicio de urgencias si estamos cerca”, alerta el especialista. Un electrocardiograma determinará si se trata de un infarto.
No obstante, es posible evitar llegar a esta situación límite acudiendo a una consulta cardiológica si se detectan signos de alarma (básicamente los mismos que en el infarto, pero en este caso aparecen con el esfuerzo y se alivian con el reposo). También es más que recomendable realizarse chequeos anuales de forma preventiva a partir de los 45 años, o incluso antes si existen factores de riesgo, entre los que destacan la obesidad, el tabaquismo, la diabetes, el colesterol alto o la hipertensión.