La nutricionista Paula March y el psiquiatra Víctor Navalón, del Centro Médico Vithas Alzira, defienden un abordaje multidisciplinar y alertan de los riesgos para la salud. Los profesionales explican las alertas que pueden hacer sospechar si una persona sufre TCA y ofrecen pautas de hábitos saludables en los primeros años de vida para evitar estos trastornos
Con motivo de la celebración del Día Internacional de la Lucha contra los Trastornos Alimenticios el 30 de noviembre, la nutricionista Paula March y el psiquiatra Víctor Navalón, ambos del Centro Médico de Vithas en Alzira, han alertado sobre la necesidad de que la sociedad “tome conciencia” de la elevada incidencia de los trastornos de la conducta alimenticia (TCA) “para entender la magnitud y abordarlo desde edades tempranas, permitiendo así prevenir la aparición de estos trastornos y ayudar en su tratamiento”.
Paula March señala que los TCA, que afectan a unas 400.000 personas en España, son “trastornos psicológicos graves que conllevan alteraciones de la conducta alimentaria. Las personas afectadas muestran una fuerte preocupación en relación con el peso, la imagen corporal y la alimentación, entre otros”.
En este sentido, el psiquiatra Víctor Navalón advierte de que estos trastornos generan situaciones médicas graves “que ponen potencialmente en peligro la vida de la persona al afectar a la salud física y emocional de quien la padece”.
El profesional del Centro Médico Vithas Alzira ha advertido que no deben ser vistos como “una moda o una fase que ya se le pasará”, ni tan siquiera como algo que afecta únicamente al físico, puesto que, con el tiempo, “las personas que padecen un trastorno de alimentación pueden presentar complicaciones complejas y devastadoras que pueden tener consecuencias graves e irreversibles en su salud”.
Paula March recuerda que la manifestación de los TCA “no aparece de golpe, sino que se va iniciando sutilmente e incluso pueden pasar desapercibidos hasta pasado un largo tiempo”. De hecho, un factor común en todos los afectados “suele ser la negación e incluso la falta de conciencia de enfermedad, por lo tanto, las personas con TCA harán lo posible por no llamar la atención”. Así, March considera que “es crucial que el entorno del paciente esté atento a todas las señales, pues el diagnóstico precoz es de gran relevancia de cara al éxito del tratamiento”.
A pesar de que la nutricionista reconoce que cada trastorno de la alimentación se manifiesta de modo distinto, lo cierto es que hay “señales de alarma, diferentes comportamientos, actitudes y síntomas que van a ponernos en alerta”. Algunos de ellos son manifestar sentimientos de culpa por haber comido, alteraciones en la forma de comer, suelen rechazar alimentos por miedo a engordar (hidratos de carbono, frutos secos…), estar a dieta constantemente, poner excusas para no comer, evitar las comidas sociales, mal humor o cambios bruscos de actitud, dificultad para concentrarse o insatisfacción personal constante, entre otras.
Principales trastornos
Los tres principales trastornos alimentarios son, por un lado, la anorexia nerviosa: “La persona que sufre de anorexia tiene terror a ganar peso o a engordar, incluso aunque tenga bajo peso. Suelen ser muy exigentes y perfeccionistas y tiene una percepción de su cuerpo distorsionada”, explica Paula March.
A este respecto, el doctor Víctor Navalón explica que las consecuencias en la salud de la anorexia nerviosa son la disminución del músculo cardiaco “afectando a la frecuencia cardiaca y presión arterial, pudiendo desencadenar en alteraciones eléctricas cardiacas o fallo cardiaco y muerte súbita”; la reducción de la densidad ósea (osteoporosis) “con mayor fragilidad y riesgo de fracturas óseas”; una deshidratación grave y severa que puede derivar en un fallo renal agudo; desmayo, falta de energía, hipoglucemias, fatiga y debilidad general con incremento de posibles accidentes; pérdida muscular e incremento de malestar emocional con ansiedad, depresión e ideas de suicidio.
En segundo lugar, la bulimia nerviosa. “La persona que sufre bulimia, realiza atracones y luego los compensa para evitar el aumento de peso. Siempre lo hace mediante conductas inapropiadas como vómitos, abuso de laxantes, diuréticos u otros medicamentos; ayuno, o ejercicio excesivo”, indica la nutricionista.
Los riesgos para la salud derivan en alteraciones de electrolitos como sodio o potasio “que puede desencadenar arritmias cardiacas con riesgo de fallo cardiaco y muerte súbita”; inflamación y ruptura del esófago por la recurrencia de los vómitos; incremento de riesgo de úlceras pépticas y pancreatitis; riesgo de hipotensión y síncopes por abuso de laxantes; caries dentales y destrucción de los dientes “por el contacto de los ácidos estomacales producidos por el vómito frecuente” o la aparición de otros trastornos emocionales “como ansiedad, depresión e ideas de suicidio”, explica el doctor Navalón.
Por último, encontramos el trastorno por atracón. “La persona con un trastorno por atracón es aquella que ingiere una gran cantidad de alimentos en un corto período de tiempo sin compensar este comportamiento y, por lo tanto, como consecuencia aumenta de peso. Experimentan un gran sentimiento de culpa por la falta de control en qué y cuanto comen”, resalta la nutricionista.
En este caso, las consecuencias para la salud pueden derivar en sobrepeso y obesidad; hipertensión arterial; hipercolesterolemia; diabetes mellitus tipo II; patologías cardiacas y pulmonares o enfermedades de la vesícula biliar y hepáticas.
Hábitos saludables en los primeros años de vida
Con el objetivo de prevenir los trastornos alimentarios en los más pequeños o jóvenes, el doctor Víctor Navalón ofrece pautas de hábitos saludables para los primeros años de vida. “Es importante reunirse en familia y comer juntos siempre que sea posible, en un entorno tranquilo que facilite la conversación, así como fomentar una buena comunicación dentro del núcleo familiar que ayude a que crezcan en un lugar seguro”.
También es importante educar desde pequeños “en la importancia de rutinas alimentarias saludables como tener horarios de comidas regulares de 4 o 5 tomas al día, no picotear entre horas o evitar saltarse comidas y mantener una dieta variada, sana y equilibrada con limitación de comida procesada, bollería y comida rápida”.
Para el psiquiatra del Centro Médico Vithas Alzira es necesario fomentar “la educación emocional y la autoestima del hijo para que aprenda sus propias limitaciones y habilidades y que, en definitiva, sepa aceptarse y sentirse bien consigo mismo”. En este sentido, recomienda “reforzar su autoestima y validad sus propias opiniones ya que de esta manera se empoderarán y reforzarán su propio criterio frente a los mensajes subliminales de la sociedad sobre la estética, cánones de belleza, etc. y no será fácilmente manipulado por estos mensajes”.
Tanto Paula March como Víctor Navalón coinciden en que el tratamiento para abordar un trastorno de conducta alimentaria debe ser “multidisciplinar”. Así, March señala que los profesionales de la salud mental “deben enseñar a reemplazar pensamientos y conductas destructivos por otros más positivos. Ir más allá, pues los TCA rara vez se relacionan únicamente con hábitos alimentarios anormales. De hecho, la mayoría de las veces poco tienen que ver con la comida, sino que son un mecanismo de supervivencia para manejar las emociones. Para estos pacientes, la comida y la obsesión con su cuerpo es simplemente la primera forma de buscar control en su vida”.
Desde el punto de vista nutricional, “debemos proporcionarles herramientas, lograr que logren que los pacientes descarten ideas erróneas que ellos consideran válidas, y que accedan a empezar desde cero”. Se trata de “borrar su disco duro cargado de mitos y creencias a los que se aferran debido a que les proporciona seguridad o estabilidad en su vida”.
“Nuestra labor no se limita a dar indicaciones sobre qué, cómo y cuánto comer. Va mucho más allá, supone un compromiso de reaprendizaje en conjunto con los pacientes y sus familiares, que suele ser largo y doloroso”, explica March, quien reconoce que “desaprender” requiere “mucho esfuerzo, genera incomodidad, resistencia, desconfianza y desestabiliza, por lo que en ese terreno nuestra tarea es aportar conocimiento y consejos para que el propio paciente pueda ponerlos en práctica, por lo que la labor de los nutricionistas es fundamental”.
Por último, reconoce que “ser testigos de cómo el paciente va siendo capaz de superar sus miedos y pensamientos distorsionados para plantarle cara al trastorno es una gran satisfacción que nos da profesión”.