Algunos de los errores más comunes son pensar que las personas con TEA no se comunican, que tienen asociada una discapacidad intelectual o que son personas agresivas. Los expertos reclaman la importancia de prestar atención a los primeros síntomas a partir de los 10-12 meses con las dificultades en interacción verbal, interés en otros niños y dificultades en la comunicación social y la imitación.
El autismo o trastorno del espectro autista (TEA), es una condición de origen neurobiológico que afecta a la configuración del sistema nervioso y al funcionamiento cerebral. Acompaña a la persona durante toda su vida y suele afectar en dos áreas principales de funcionamiento: la comunicación e interacción social y a la flexibilidad del pensamiento y del comportamiento.
Tal como explica el doctor Victor Navalón, psiquiatra de los hospitales Vithas Valencia 9 de Octubre y Vithas Aguas Vivas; y del Centro Médico Vithas Alzira, “es esencial entender el autismo como un amplio espectro donde cada persona puede situarse en una situación diferente a otra, aunque compartan el mismo diagnóstico. No existen dos personas con autismo iguales, cada persona tendrá sus propias capacidades, habilidades y necesidades únicas”.
Las personas afectadas por esta condición interpretan e integran la información y el mundo de una manera diferente lo que provoca que en consecuencia, su comportamiento sea distinto. Muchos de ellos suelen estar afectados por una hipo o hiper sensibilidad a nivel auditivo, táctil u olfativo; presentan muchas dificultades en el plano social y suelen tener un lenguaje muy literal lo que hace que en muchas ocasiones no entiendan bien los dobles sentidos o las bromas, por ejemplo.
“Es por ello por lo que consideramos clave derribar los estigmas y mitos que suelen estar relacionados con el autismo, -comenta el profesional-. Uno de los errores más comunes, es pensar que las personas con TEA no se comunican, esto es falso, todas se comunican, pero no todas lo hacen de la misma manera. Si bien es cierto que puede que no se comuniquen verbalmente, pueden presentar otras formas de comunicación para las que necesiten herramientas y apoyos personalizados de comunicación, como sistemas alternativos o aumentativos de comunicación”.
Otro de los errores habituales, es pensar que tienen asociada una discapacidad intelectual o que son personas agresivas. “Esto no es así, en nuestra experiencia hemos atendido a personas con autismo con capacidades intelectuales muy diferentes, tanto dentro de la media poblacional como con capacidades intelectuales superiores. Además, las personas con autismo no son agresivas. Es cierto que puntualmente y en un contexto determinado, pueden presentar niveles de estrés que motiven conductas estereotipadas que son vistas como socialmente inadecuadas, pero con la supervisión y el apoyo necesario pueden ser gestionadas y afrontadas con normalidad”, comenta el doctor Navalón.
Por último, otro de los mitos más extendidos es pensar que las personas con autismo prefieren permanecer aisladas. Según el especialista, “esto no es real. Las personas con autismo tienen la voluntad y la necesidad de socializar pero a las dificultades que presentan en el plano socioemocional o de comprensión de las situaciones sociales suele unirse una sociedad que no siempre está dispuesta a integrar y adaptarse a sus necesidades, lo que dificulta el establecimiento de relaciones interpersonales”.
La importancia de la atención temprana
El TEA es una alteración del desarrollo en la que en función de la edad va a necesitar intervención en un área u otra y en la que un diagnóstico a tiempo favorece una mejor evolución. Es por ello por lo que, cada vez más, los expertos demandan mayor concienciación sobre esta condición y reclaman la importancia de prestar atención a los primeros síntomas, que suelen ser más evidentes a partir de los 10-12 meses presentando dificultades en interacción verbal, interés en otros niños y dificultades en la comunicación social y la imitación.
Según el doctor Navalón, “una atención precoz antes de los tres años va a tener una repercusión positiva en el desarrollo mucho mayor que si la intervención se inicia pasados los cinco años. El inicio de las intervenciones a veces se retrasa y en este sentido, como profesionales dentro de este campo, hemos podido asistir al complejo camino que en ocasiones tienen que realizar las familias una vez recibido el diagnóstico”.
La falta de información sobre esta condición se une al bloqueo e incredulidad propios de recibir un diagnóstico de estas características, lo que provoca que las familias se sientan desorientadas y abordadas por la incertidumbre. Entre sus principales preocupaciones se encuentran el desconocimiento sobre el abordaje de la sintomatología clínica y las necesidades requeridas dentro del contexto escolar durante la primera infancia; la adolescencia y el reto que supone desde el punto de vista social y emocional y la incertidumbre sobre cómo hacer frente a la etapa adulta.
“Es por ello, -comenta el doctor Navalón-, que en las intervenciones, entre los objetivos terapéuticos siempre va a estar la mejora de su conocimiento social y de sus habilidades comunicativas; el desarrollo de habilidades y de estrategias de regulación que le proporcionen un mayor control de sus comportamientos, y un entrenamiento a nivel conductual y emocional desde un punto de vista funcional, espontáneo y normalizado”.
Por su parte, el profesional insiste en que “para poder llevar a cabo estas intervenciones se necesitan una serie de recursos asistenciales que si bien han mejorado, en muchas ocasiones siguen siendo insuficiente”. El tratamiento de la sintomatología requiere un abordaje integral y prolongado en el tiempo orientado a facilitar los apoyos individualizados, especializados y basados en la evidencia más adecuados para mejorar la calidad de vida de cada persona y lograr el objetivo de que puedan desarrollar su vida de la forma más funcional e independiente posible.